Llevo apenas cinco años y medio siguiendo este maravilloso deporte, y no, que sé que estáis haciendo cálculos, nunca vi ganar a Alonso sus mundiales. Ayer volví a comer en casa de mis abuelos, hogar donde hasta antes de mi fanatismo por la Fórmula 1 muy poco se había sabido de la existencia de Fernando Alonso, Lewis Hamilton, Sebastian Vettel o Kimi Räikkönen. Sin embargo, lo que desde siempre es así es esa casa es la gran compresión que tiene mi abuelo con todo lo que nos gusta a sus cuatro nietos. Se interesa mucho en todos nuestros gustos, investiga por todos los lados que puede para que, cuando vamos a hablar con él, nos comente algo del tema más recurrente en nuestras vidas. Hasta tal punto en mi caso que no se pierde ni una sola carrera desde el 2009.

Que una persona mayor, como es mi abuelo, pasados los 80 años, se levante en frías mañanas de octubre a las 7h para poder ver la carrera de Japón es algo que me hiela la totalmente sangre, y me hace entender que la Fórmula 1 puede entrar en la vida todas las personas, tengan la edad que tengan, y hacer asimilar ese fanatismo que te ayuda a ver algo más de coches dando vueltas a un circuito. Pero no, ahí no acaba todo, y es que las desventajas de ser una persona mayor son muchas; sin ir más lejos, los problemas de auditivos dejan frente a la pantalla a un abuelo que sólo se guía de lo que pasa por realización de carrera.

Es realmente bonito haber enganchado a una persona a tu deporte favorito y especial -es muy fácil decir que tu deporte favorito sea el fútbol, y eso es mucho más sencillo de hacer enganchar por toda la bola que da la prensa- y más aún sin haberle dicho nada; por propio amor hacia tu persona, pero es aún más bonito cuando, al hablar con él, ves que entiende a la perfección las cosas que ocurren y que a priori podrían ser mucho más difíciles de entender como pueden ser la degradación de los neumáticos, el diferente ritmo en carrera y en clasificación para unos y otros coches o todo lo que ocurre desde que sale un Safety Car hasta que deja la pista.

Podría finiquitar mi pequeño relato aquí y más de uno se habría quedado con una imagen realmente bonita de mi abuelo, pero voy a seguir porque un potencial formulero, cuando se explota al máximo, roza el infinito. Lo normal hubiera sido que, al sólo oír -y muy poco- los comentarios del señor Lobato y compañía y leer en el periódico más de lo mismo mi abuelo hubiera resultado, producto de los medios, un alonsado como tantos otros. La realidad es bien diferente; podría ilustraros con millones de ejemplos pero, entre todos ellos, me quedo con el recuerdo del primer día que vi a mi abuelo después de la carrera en Brasil el año pasado. Ese día seguía triste y mi abuelo no dudó en apoyarme y decirme que el año que viene volveríamos a tener otra oportunidad, en que así era el deporte y sobre todo, que Vettel era un chico muy bueno y que también lo había hecho muy bien, que tenía que entenderlo. Aquel día seguí sintiendo derrota por un campeonato como el del 2012 tan abierto, pero había conseguido una victoria muy importante a nivel personal; mi abuelo no era de la alonsada y entendía, pese a lo que oía y veía, que Vettel era un piloto ganador, un piloto campeón, un justo tricampeón del mundo.

Siko.