Aquel anciano sólo vivía por y para una cosa: las carreras de Fórmula 1. Normalmente era un viejo huraño y antipático, pero cuando veía rugir a aquellos coches en el asfalto, su rostro y su carácter cambiaban completamente: le brillaba la mirada y la mayor sonrisa del mundo se le dibujaba en los labios. Uno podía echar horas y horas hablando con él del tema. Había seguido este noble deporte desde muy pequeño. Vio a HIll, Fittipaldi, Prost, Senna o Schumacher crecer como pilotos y abrirse un hueco en la historia del automovilismo. Pero una espina seguía clavada en lo más hondo de su corazón: nunca había estado en un circuito.
Un día, mientras estaba viendo una carrera por televisión, su nieta se puso delante de él. A punto estaba de gritarle ordenándole que se apartara cuando ella sacó lo que tenía en el bolsillo... ¡Entradas para el GP de Montmeló de Fórmula 1!
El hombre se quedó en shock, pero antes de que su nieta se asustara, reaccionó. Y vaya si reaccionó. De sus ojos brotaron dos lágrimas, que acompañadas de la más grande de las sonrisas, hicieron llorar también a la muchacha y ambos se fundieron en un emotivo abrazo. Eran las personas más felices del mundo.
Quedaban apenas dos semanas para el gran acontecimiento, pero a él los días se le antojaban demasiado largos. A lo largo de esta espera, quizá por los nervios, quizá por su salud, puesto que su estado era algo delicado, su rostro desfallecía con los días. A falta de apenas semana y media, ingresó en el hospital. Lo que más le dolía no era su ya anciano y arrugado cuerpo, sino la decepción que se llevaría su nieta, y su sueño frustrado de ver una carrera en vivo y en directo.
Increíblemente, durante su estancia en aquella deprimente habitación con olor a naftalina y esterilizantes, su estado fue mejorando a un ritmo fuera de lo normal. Los médicos lo calificaron casi de "milagro". El pobre hombre lo achacó a su voluntad. Tenía un sueño que cumplir con su nieta, y nada ni nadie se lo iba a impedir.
Con el alta médica y los ánimos por el aire, abuelo y nieta partieron hacia el circuito. Desgraciadamente, no pudieron ver los entrenamientos ni la clasificación, pero al menos, aquel hombre podía ver una carrera y cumplir así el mayor sueño de su vida. Durante el trayecto, conversaron:
-Abuelo, ¿quién quieres que gane?
-Hija mía, si te digo la verdad, yo sólo quiero pasármelo bien viendo la carrera. Pero sería inolvidable que ganase Alonso, el piloto de aquí, aquel que consiguió que todo un país estuviese atento de un deporte que la mayoría de la población desconocía hasta su llegada a él. Sería un bonito gesto hacia esa gente que conoció un bello deporte gracias a su magnífica gesta.
La chica se emocionó. Todo lo dicho por su abuelo era cierto, él había levantado una pasión por un deporte a priori desconocido en España.
Llegaron al circuito, y tras pasar las exigentes medidas de seguridad, se sentaron en la tribuna principal. Ante sus ojos, la majestuosa línea de meta con el cajetín de la 'pole position' que ese día ocupaba el inglés Jenson Button. Antes de la salida, al viejo se le inundaron los ojos. Todo aquello que estaba harto de ver por TV estaba ante sí; monoplazas, pilotos, ingenieros, mecánicos, periodistas, cámaras de TV, todo. Cuando se apagó el semáforo, una lágrima resbaló por su arrugada cara.
Vivió la carrera con puro desenfreno, como si de un fan de corta edad se tratase. Al llegar a la vuelta 66, el coche rojo pilotado por Alonso se enzarzaba en una tremenda pugna con el bólido plateado del inglés Button. Llegaron a la recta de meta casi emparejados, la tensión se mascaba. El viejo estaba nervioso y excitado a la vez, este era el final de la carrera que tanto ansió ver y a la que casi no pudo asistir.
Ambos monoplazas pasaron emparejados como una exhalación ante sus ojos, y entre todos los berridos, se sentía a gusto. Pero los berridos pronto comenzaron a tornarse diáfanos, y su vista borrosa. Al tiempo que el tercer clasificado pasaba bajo la bandera a cuadros, sus ojos se cerraron y no se volvieron a abrir. Su cara esbozaba una sonrisa, a pesar de que nunca supo quién había ganado aquella carrera.

¡Síguenos en Twitter!